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Naguayani habla del silencio

 

ella dice

             ruido, mucho ruido

 

            el ruido desgarra la piel de la música

            tapa el color del silencio

 

ella dice

            no más silencio

 

           el ruido ahuyenta el violín de los grillos

           la sonrisa a las piedras les borra

 

ella dice

           cierra los ojos

           abre el oído

 

escucha de nuevo

                              dice ella

detente

 

tan deprisa adónde

 

nos ha tan tontos el ruido

afuera nos tiene

fuera de nos

                        de ella

 

estamos inmersos en un mundo hediondo

hediondo pero lo que hay

hediondo pero lo que toca

hediondo pero lo nuestro

cómo perfumarlo

                         busquémoslo dentro

 

ven

              hagamos silencio

 

Copla

a Franklin, Francisco, Ramiro,

Juan, Fanor, Guillermo,

Jorge Eduardo, Danilo

 

Mis amores de los setenta

están cumpliendo sesenta.

Ya echan barriga,

ya peinan canas...

 

Yo sigo oyendo sus guitarras.

El latir de la Nicaragua grande que moldeábamos despiertos,

el poema,

el Darío,

el Sandino,

el poeta.

 

Paso y piso por las calles de León

y los lazos, la Facultad de Derecho,

el Básico, el Paraninfo

se arremolinan en mí

llenos de besos de coco, canela y anís.

 

Mis amores de los setenta

están cumpliendo sesenta.

Algunos apagaditos como florcitas sin agua

—la sal charchaleando en la herida—

quijotes unos buscando molinos

amargados por el exilio muchos

amañados otros con los sandinistas

(la venda aún apretada a la vida).

 

Mis amores de los setenta

están cumpliendo sesenta...

¿Qué se fizieron? ¡Nunca!

Mi cabeza busca hacia delante.

Mi corazón voltea y se rezaga...

 

Son aún mis muchachos.

Soy aún la Yolanda.

 

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